Para sembrar un poco de orden en medio del caos que supone tanta oferta certificadora por parte de las instituciones, en los últimos años se han establecido unos criterios comunes, con el fin de que los certificados gocen de pleno reconocimiento, sean comprables entre distintos países y acrediten el verdadero nivel lingüístico de sus titulares. Idiomas como el español, el alemán, francés, italiano o chino disponen de sistemas de certificación propios e internacionalmente reconocidos. Pero a la hora de seleccionar un sistema de certificación hay elegir muy bien, pues no todos sirven de ayuda a sus titulares. Para empezar, es necesario que tengan un reconocimiento internacional por parte de universidades, escuelas de negocio y en el ámbito empresarial.
Esfuerzos conjuntos
EE.UU, por ejemplo, dispone de sus propias instituciones certificadoras, entre las que domina el ETS, al gestionar los exámenes TOEFL y TOEIC. Y en el Reino Unido también existen distintas instituciones de certificación de inglés, pero la oferta está muy controlada por el gobierno británico a través del Qualification & Curriculum Authority (QCA), que regula todas las actuaciones, dentro del Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas, desarrollado por la UE. Esta iniciativa comunitaria fue fruto del esfuerzo conjunto de especialistas del ámbito de la lingüística aplicada y la pedagogía procedentes de los 41 estados miembros del Consejo de Europa, que durante una década estuvieron investigando la mejor manera de establecer unas directrices comunes. Publicado en 2001, las 265 páginas del informe han sentado las bases comunes para la elaboración de programas lingüísticos, orientaciones curriculares, exámenes, criterios de evaluación, manuales y materiales de enseñanza en Europa.
Otra de las iniciativas conjuntas es el Portfolio Europeo de las Lenguas, un documento en el que los estudiantes de un idioma pueden guardar aspectos relacionados con su aprendizaje y sus experiencias culturales, y cuya validación la realiza el Comité de Validación, nombrado por el Comité de Educación del Consejo de Europa.
El portfolio tiene un "pasaporte lingüístico" que su propietario pone al día regularmente y una tabla donde puede anotar sus capacidades según unos criterios comunes validados en toda Europa y que puede servir de complemento a los certificados tradicionales. Además, también contiene una "biografía lingüística" en el que la persona escribe sus experiencias y que está diseñada para guiar al estudiante a la hora de evaluar su proceso. Finalmente, hay un "dossier", donde se pueden guardar ejemplos del trabajo personal para probar sus competencias.
Seis niveles
Otras instituciones también han luchado para que el sistema común de evaluación para todas las lenguas europeas sea una realidad. Es el caso de ALTE-The Association of Language Tester in Europe, fundada en 1990 y que hoy cuenta con 31 miembros asociados representando 26 lenguas, entre ellas el catalán o el euskera. Su sistema de evaluación se ha convertido en el modelo de gran mayoría de organizaciones examinadoras. Los seis niveles que reconoce se corresponden con la división clásica: Usuario principiante (Basic User): A1 y A2; Usuario Independiente (Independent User): B1 y B2; y Usuario Experto (Proficient User): C1 y C2. En el A1 la persona puede entender y utilizar expresiones básicas, mientras que el A2 logra comprender frases y expresiones utilizadas en las áreas más relevantes. El B2 entiende los puntos principales de cualquier situación estándar y el B2 es capaz de comprender las ideas principales de textos tanto concretos como abstractos. El usuario experto C1 se maneja perfectamente en un amplio espectro de textos más largos y exigentes, y es capaz de reconocer el significado de los mismos. Y el C2 entiende virtualmente todo lo que oye o lee.
Por su parte, el Instituto Cervantes ha sido, junto con la Universidad de Salamanca, el encargado de organizar y diseñar los títulos oficiales en España, denominados Diplomas de Español como Lengua Extranjera (DELE). Bajo las directrices del Marco de referencia europeo, son tres los diplomas que conforman este sistema de evaluación: el Diploma de Nivel Inicial (B1), Diploma de nivel Intermedio (B2) y Diploma de Nivel Avanzado (C2). Precisamente ha sido el Instituto Cervantes el propulsor del Sistema de Certificación Internacional del Dominio del Español como Lengua Extranjera (SICELE), rubricado entre el Instituto Cervantes y un centenar de universidades latinoamericanas en 2007.
El SICELE tiene como objetivo armonizar los criterios seguidos para la certificación del conocimiento del español como lengua extranjera por parte de toda la comunidad iberoamericana De esta manera, las instituciones que quieren expedir diplomas o certificados acreditativos del conocimiento del español como lengua extranjera deben ser reconocidos por el SICELE.
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